Cuando alguien monta una empresa lo más habitual es acudir a una asesoría. Sus profesionales acompañan y guían a los empresarios para que los trámites sean más rápidos y fáciles. Así, se ahorran recursos económicos y personales.
De hecho, en la asesoría de Smartup Consulting somos expertos en acompañar a los empresarios desde el nacimiento de la idea hasta la puesta en marcha de la actividad.
Asesoramos al empresario sobre qué tipo de sociedad constituir o cuánto le costará poner en marcha su empresa.
Sin embargo, hay otro factor a tener en cuenta: el objeto social de la empresa.
¿Qué es el objeto social de la empresa?
Éste es, simplemente, como te explicarán en cualquier asesoría, concretar qué actividades va a realizar la empresa.
Normalmente, el objeto social que se define es bastante amplio. Se pretende que este objeto social no sólo defina las actividades que va a realizar la empresa de manera inmediata. Sino que la idea es que en el objeto social también se incluyan las actividades que la empresa podría desarrollar en un futuro. Aquí es necesario que el empresario vea más allá y piense hacía dónde podría ir el futuro de su negocio.
Parece una tarea sencilla pero no lo es tanto. El Registro Mercantil exige, para aceptar la inscripción de las escrituras, que el objeto social esté perfectamente claro.
Para facilitar esta tarea a las empresas existen unos códigos en el IAE o en el CNAE que nos ayudan a definir nuestra actividad empresarial.
Eso sí, las empresas que se dediquen a actividades relativamente nuevas o que hayan surgido hace poco tiempo y aún no estén afianzadas en el mercado puede que no encuentren en los epígrafes de estos documentos una definición ajustada a la actividad de su empresa.
Si importante es contar con una asesoría en todos los casos de constitución de una empresa, si ésta se dedica a una actividad novedosa, el apoyo de expertos es aún más necesario.
El rechazo de la inscripción en el Registro Mercantil por no tener bien definido el objeto social supone un retraso en todos los trámites. Una situación que todas las empresas quieren evitar.
El objeto social no es una cuestión inamovible. Es decir, puede modificarse si la empresa amplía su actividad o cambia. Pero también requiere de realizar unos trámites que, a través de una asesoría, serán mucho más rápido y sencillo.